Curas, ¿para qué?


«Hoy es el Día del Seminario, una fecha para rezar por los curas y por las vocaciones al sacerdocio, los seminaristas»

Siempre que paso por la avenida de Navarra y veo el viejo edificio que fue de Acción Católica y posteriormente sede de la Curia diocesana, recuerdo un letrerillo irónico pintado en la puerta y que rezaba lo siguiente: ‘Curas, a trabajar’. Decidimos mantenerlo porque eso es libertad de expresión y porque el pensamiento de que hay alguien que cree firmemente que los curas no hacemos nada siempre puede ser un revulsivo para trabajar y mucho.

Hoy sigue habiendo gente –y no solo gente mayor– que el trabajo lo mide por los callos en las manos o por el sudor en la frente. Cada cual que piense lo que quiera. En España los miembros del clero secular alcanzamos la cifra de 18.200. Curas en La Rioja somos 250, de los que 150 ya estamos muy entrados en edad, aunque seguimos haciendo lo que la cabeza y las piernas nos permiten. ¿Seminaristas? 4 en el Seminario Mayor y 1 en el Menor. No son cifras para tirar cohetes, pero esto es lo que hay, habida cuenta de que el año pasado había menos.

Yo no estoy muy metido en el asunto, pero veo con claridad que nuestros hijos, nuestros chiquillos –y pienso ahora mismo solo en los chicos– quieren ser de mayores Messi, Cristiano Ronaldo, Fernando Alonso o cualquiera de los llamados ‘influencer’. Y no me extraña nada. La máxima aspiración que ven y reciben en sus familias es la del éxito, la fama, el dinero, el poder. Así que no es de extrañar que la vocación para cura, para el sacerdocio, no ocupe hoy por hoy los primeros puestos.

Sin embargo, puedo decir y digo que el colectivo más feliz, más entonado y más gratificante que yo conozco –y lo digo sin ningún pudor y desde mis casi ochenta años– es el de los sacerdotes. Son gente buena que viven una estupenda unidad pese a opciones distintas y muy legítimas y pese a concepciones de la vida y de la Iglesia muy variadas. Siendo diferentes se esfuerzan por vivir muy unidos.

Los curas son gente austera, con una austeridad que no es mediática, sino que intenta ser evangélica. Vivimos en paz, con nuestros ingresos, cooperamos con las necesidades de los demás y nunca en mis más de cincuenta años he sido testigo ni siquiera de una protesta pidiendo un aumento de sueldo.

Casi todos los sacerdotes, y aun con sus defectos que todos tenemos, cuidan y visitan con mimo a los enfermos. Los pobres de verdad tienen un lugar seguro al que acudir, que son las parroquias, y no las sedes de los partidos o sindicatos, dicho sin ningún ánimo de ofender. El cura, que nadie lo olvide, está disponible a cualquier hora y cualquier día.

Y de los pueblos pequeños, ¿qué? Muchos de los curas que yo conozco y trato están –porque quieren– en los pueblos de nuestra Rioja vaciada, de los que han huido muchos de sus habitantes. Son referencia de alguien que los acompaña porque los valora, porque los quiere.

Los curas hablamos y escuchamos. Hoy nuestra gente, y más con la pandemia, tiene ansia de ser escuchada. En los pueblos, en la ciudad, todo el mundo sabe que existe alguien, el cura, que lo va a escuchar a cualquier hora del día y de la noche. Ante la sordera de nuestra vieja y rancia sociedad existe este milagro de la escucha, una escucha que no hace acepción de religiones o de estado social.

¿Defectos? Los curas los tienen, los tenemos: están a la vista y no hace falta enumerarlos ahora mismo. Ya hay quien se encarga de hacerlo, venga a cuento o no. Pero precisamente por eso, el cura se hace más creíble y más cercano.

Hoy es el Día del Seminario. Un día para rezar por los curas, y por las vocaciones al sacerdocio –los seminaristas–, y para pensar en qué les podemos ayudar, en qué podemos colaborar con ellos. Siempre se ha dicho, y yo lo suscribo, que un buen cura es un bien para un pueblo, como lo es un buen maestro, un buen médico o un buen funcionario.

Hoy quiero terminar pidiendo a San José que proteja a los curas y a los chicos del Seminario como protegió a la Madre de Dios y al Dios hecho hombre, a Jesús, hermano mayor de los sacerdotes. Que los curas sean de verdad hermanos de sus hermanos y ayuden a hacer siempre el bien. Será su mejor trabajo.

Justo García Turza.