Gracias San José


José pasaba las horas,
las largas horas del día
soñando con ese niño,
que del cielo descendía.
José soñaba despierto
pensando cómo tendría
la boca, los pies, los ojos,
las manos y las mejillas.
No podía imaginarse
que el Hijo de Dios vendría
a nacer en una casa
humilde, en una familia
tan pobre como la suya,
tan laboriosa y sencilla.
Por mucho que meditara
José no lo comprendía.
Y así pasaba las horas,
y así pasaba los días
y las noches meditando,
pensando qué sentiría
el niño al abrir los ojos
por vez primera a la vida
y ver, mirada primera,
la cariñosa sonrisa
de una madre tan hermosa
como el jazmín o la brisa.
José soñaba despierto
pensando cómo sería
el corazón de ese niño
que pronto les nacería.
Solo mirando a su esposa,
llena de gracia infinita,
se disipaban sus dudas:
será como el de María.
Vicente Robredo